
Uno de mis recuerdos más preciados fue cuando me di cuenta que podía leer. Recuerdo estar sentado en el sofá de nuestra sala de estar con un libro en mi regazo. Recuerdo como suena la palabra “hora”. Mi mamá me estaba escuchando leer en voz alta y me pidió que parara para corregirme. A medida que mi dedo señalaba a la palabra, mi madre explicó que la “h” se quedó en silencio y la palabra se pronuncia como “ora”.
A partir de ese momento, me convertí en un lector voraz. Quería leer todo, desde anuncios en la calle hasta las cajas de cereal, la lectura era tan vital para mí como respirar.
Yo fui uno de esos niños cuya mano siempre con entusiasmo se disparó cuando alguno de mis maestros pidió a alguien que lea en voz alta. Si fuéramos una fila a otra, me gustaría contar los puntos para ver si mi punto iba a ser buena y larga o si iba a ser pegado con un magro pocas frases.
Pronto descubrí que mi amor por la lectura, algo por lo que soy muy apasionado, no era compartido por todos. Como escritor, he tenido lectores que de plano me dicen que odian a leer. Por supuesto, mi trabajo como autor de cuentos infantiles es de ayudar a desarrollar un amor por la lectura mediante la escritura de cuentos interesantes.
Muchos niños están convencidos de que no les gusta leer porque sus habilidades de lectura estaban varios niveles por debajo del nivel de grado. Para muchos de estos estudiantes, declarar el odio por la lectura era más fácil de expresar la vergüenza de no ser un ávido lector. (more…)