
Era el verano de 1943, un poderoso terremoto destruyó gran parte de los pueblos del Callejón de Huaylas (llamado así por las tribus de indios que existieron en ésta área) en la cordillera de los Andes, donde asentaban ciudades ricas en agricultura, ganadería y muchas minas.
Una de ellas es Caraz, ciudad hermosa en el valle del rio Santa, con una vista preciosa del nevado del Huandoy. Doña Juana Torres Tejada y don Eduardo Méndez Milla junto a mis dos hermanos y dos hermanas vivíamos en la calle Yanachaca de ésta ciudad. Nuestra casa hecha de paredes de adobes se derrumbó y el segundo piso se vino abajo y hacia al frente. Prácticamente cerró las entradas de la casa y se nos hizo muy difícil salir. Gracias a los ladridos de nuestro perro Pive, los vecinos nos escucharon y pudieron sacarnos al tercer día. Toda la familia se salvó pero la casa sufrió casi una destrucción total.
Mi padre con otros voluntarios levantaban cadáveres que el rio arrastraba hasta las orillas para después depositarlos en fosas comunes. Otros sobrevivientes se dedicaban a recoger sus pocas pertenencias que les quedaba. La electricidad que venía de una pequeña central hidroeléctrica. Los generadores se afectaron y el pueblo se quedó sin luz y agua por muchos meses. Toda la gente se quedaba como huérfanos del destino. Por la empedrada calle de Yanachaca se escuchaban los gritos de niños y personas que iban al rio a ver si un familiar encontraba. (more…)